En el universo de las DLT (acrónimo de “Distribuited Ledger Technologies”) y que donde la red “Blockchain” es su máximo exponente -pero no el único- (por ejemplo habrás oido hablar de “Ethereum”), se ha desarrollado el dinero virtual que todos conocemos: Bitcoin, Ethereum, Ripple, etc.
Este nuevo dinero necesita funcionar a través de una serie de algoritmos matemáticos encriptados (criptográficos) que se dividen en una clave pública (que funciona como si fueran los 20 dígitos de una cuenta bancaria) y una clave privada (que siempre debe ser mantenida en secreto por su poseedor). Esta clave privada debe ser almacenada en un monedero -junto con otra información (como el saldo disponible)-, y que nos permitirá poder operar y proporcionar una prueba matemática de que las transacciones se realizan por el propietario del monedero.
En la actualidad existen, como mínimo, 2 tipos de wallets, cada uno con sus ventajas e inconvenientes (que iremos analizando en profundidad en posts sucesivos en este blog):
- Monederos virtuales (o calientes), instalados en tu móvil/smartphone como una app o dentro de un servidor de una web: son monederos de criptomonedas que almacenan las claves privadas en lugares que SIEMPRE están conectados a Internet.
- Monederos físicos (o fríos, de hardware), son unos dispositivos independientes: No tienen conexión a Internet, por lo que las criptomonedas (y sus claves) están alojadas dentro del dispositivo en el que está instalada la billetera, sin que se pueda acceder a ellas de ninguna otra forma que no sea acceder al dispositivo físicamente (tienes que tenerlo fisicamente)
Como podrás ver, los monederos cripto físicos tienen grandes ventajas en cuanto a la seguridad, pero dificultan las transacciones rápidas o las operaciones de trading.